22 febrero 2008

Desde el silencio. Exposición fotográfica de Isolda Osorio

Ante la conmoción instantánea que para el ojo humano significa encontrarse ante paisajes tan imponentes como estos, Isolda Osorio no se conforma con mostrar el objeto. Intenta transmitir la inquietud vital que conlleva la experiencia. Selecciona instantes y realiza la misma operación de apuntamiento que desarrollaron, desde una perspectiva más radical, los conceptuales con los ready mades. Dota al objeto encontrado de un carácter artístico, el paisaje resignificado como escultura.

Escuchar el silencio significa comprender el sonido, congelar instantes significa inevitablemente, entonces, reflexionar sobre el tiempo; en esta obra se hace una evidente referencia a la función sígnica de la huella como elemento significativo.
Al tiempo inasible, solo es posible verlo a través de su paso por los objetos. Charles Pierce clasifica a la huella o indicio como uno de los tres niveles del signo. Esta, se caracteriza por mantener una relación directa con su referente, o la cosa que produce el signo. Por ejemplo: el suelo mojado, es indicio de que llovió; una huella en la nieve, indicio del paso de un animal o persona; la perforación que deja una bala, el indicio de un disparo, el agua congelada formando estalactitas que cuelgan de un árbol, es indicio de que las gotas que han caído tan lentamente y en condiciones de tan baja temperatura que no han podido seguir su curso hasta llegar al río ¿cuánto tiempo habrá en medio?

En esta exposición de 28 fotografías, encontramos 21a de lugares transformados por el agua, construcciones naturales caprichosas, laberintos pétreos que la artista nos ofrece como esculturas encontradas, en las que único autor ha sido el tiempo. Acaso quizá los espejos que se construyen en la soledad y el aislamiento que provocan un clima tan inhóspito…

Las otras 7 fotografías son construcciones conceptuales que Osorio ha realizado oponiendo dos imágenes iguales en forma de espejo, jugando con la geometría de árboles congelados en vida, haciendo surgir formaciones quiméricas de hielo, figuraciones animales, castillos, ángeles y monstruos que, sin duda, inspirarían a Italo Calvino para escribir una más de sus ciudades invisibles.

Desde los griegos, el espejo ha sido utilizado como metáfora que encarna la
contemplación del propio ser, un ser que se sitúa sin pudor, mirándonos, mirando, convirtiéndose en la otredad. No obstante, el mito de Narciso alerta, también, sobre la peligrosidad de este encantamiento.

Lewis Caroll se ocupó también de este tema, anunciando la existencia de algo más a través del espejo: los mundos posibles...

No es extraño entonces que esta misteriosa naturaleza del objeto espejo haya resultado en una constante connotación simbólica. En muchos casos, por ejemplo, esta carga derivó hacia la idea del espejo como laberinto visual al enfrentar un espejo contra otro; artificio que deviene en una multiplicación exacta del referente real, convirtiendo al ser verdadero, en una imagen indistinguible de su propio reflejo. Este feedback adquiere vida propia rebotando y proyectándose hasta el infinito. Una imagen que, por inasible, adquiere un carácter sospechoso, irreal.
Desde los estudios sobre de la imagen, el feed-back — o la metaimagen— se explica gracias a su condición tautológica; un recurso que ha sido ampliamente explorado en la historia del arte. En el nivel lingüístico su funcionamiento e implicaciones han sido estudiadas por Wittgenstein, principalmente en su libro de aforismos titulado Tractatus lógico-philosophicus; en este, se aclara que, “La tautología no posee condiciones de verdad, es incondicionalmente verdadera…En la tautología se eliminan las condiciones de concordancia con el mundo, las relaciones representativas, de tal modo que no se halla en relación representativa alguna con la realidad”.

En esta obra, entonces, la relación entre el paisaje fotografiado y el espectador trasciende la pura contemplación, para dar paso a la reflexión conceptual que propician estas figuraciones oníricas, quiméricas y tautológicas, y que nos llevan hacia la poética del silencio, de los mundos posibles, del suspiro y la respiración de los árboles inertes poseedores de sus propias historias, transformando la intangibilidad y la inmovilidad aparente del tiempo en un hueco en el que se despliega la sugerente mirada del artista.

Galería de Arte Joven Germán Cueto. Cine Morelos. Del 15 de febrero al 23 de marzo, 2008. Av. Morelos, Centro.
Publicado en La Jornada Morelos, 4 de marzo 2008.

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