03 junio 2007

De la perversión a la diversión sexual

A raíz de la masificación del uso de Internet se han empezado a estudiar las problemáticas que esta popularización conlleva, especialmente se habla sobre cómo el uso de las nuevas tecnologías ha modificado la vida cotidiana del ciudadano medio.
Actualmente, el fenómeno del blog permite que cualquier persona tenga la posibilidad de poseer su propio espacio gratuito en la red. Estos espacios han sido aprovechados con los más diversos fines: difusión de un evento específico, grupos civiles de apoyo a causas diversas, ventas, foros, blogs personales utilizados a manera de bitácora, o simplemente páginas para compartir fotos.

Asimismo, es interesante como esta nueva posibilidad ha dado espacio para que escritores, artistas plásticos y grupos culturales construyan una estrategia propia de comunicación que les permitirá darse a conocer en cualquier punto del globo.

Paul Virilio, teórico francés, ha dedicado la mayor parte de sus esfuerzos a estudiar los efectos de la velocidad en la sociedad contemporánea.
En su libro La velocidad de liberación (ed. Manantial, 1995), dedica el capítulo De la perversión a la diversión sexual a analizar como se han modificado las relaciones de pareja a raíz del uso de Internet y sobre todo a raíz de uso del chat y la cámara web.

Y es que, al navegar por Internet la invitación a la cibersexualidad aparece constantemente como una sugerencia que alienta al visitante sobre la facilidad de este procedimiento.

Actualmente las tecnologías de la amistad y el amor nos hacen saber que, para conocer gente sólo es necesario explorar alguno de los muchos portales que ofrecen este servicio gratuito. Habrá que especificar preferencias como tema, zona geográfica, idioma e intenciones (amistad o ligar) y, finalmente, participar en un chat público. Entonces la magia del algoritmo sucede, y sin duda pronto estableceremos contacto con alguien que, pudiendo estar del otro lado del planeta, se encuentra en ese mismo momento, exactamente como nosotros: delante de una computadora en la caza del otro.

El meollo de este encantamiento se encuentra en el hecho de percibir la telepresencia del otro en tiempo real. Un artificio que se consigue gracias a la velocidad de transmisión satelital, la que provoca que las distancias se diluyan, acercando al otro hasta el punto de volverlo real.

Así, la seducción recorre fácilmente las mentes de los usuarios y la soledad se reinventa modificando lo que parecía sustancial en la relación de pareja: la cercanía corporal.

A veces los lazos emocionales surgen, y otras no, depende del azar y de la seriedad del foro elegido; lo que se puede garantizar son los encuentros de entretenimiento sexual. En estas nuevas ciber relaciones los seres permanecen inmóviles delante de una pantalla, sabiendo que el único movimiento que tendrán que hacer para coordinarse en el acto de la cópula virtual será el de manejar el mouse y masturbarse al mismo tiempo.

Esta unión de los cuerpos mediada a través de un mecanismo electrónico, y por ello, perceptual y en términos físicos, no real, implica, según Virilio, un riesgo potencial para la supervivencia de la raza humana. Es decir, si la relación amorosa se establece a través de un ordenador, y si en el futuro, cada persona podrá disponer de lentes de realidad virtual y dispositivos que le proporcionen la totalidad de sensaciones experimentadas en el acto carnal ¿para qué entonces complicarse la existencia estableciendo lazos cotidianos con personas reales?...

Sumado al miedo creciente a contraer enfermedades sexuales como el sida u otros padecimientos propios de nuestra era, la cibersexualidad ofrece la posibilidad de suplir las relaciones sexuales y las necesidades de pareja por la interacción sentimental con un ser –amante- que, formado por impulsos eléctricos adquiere nombre, cara y voz a voluntad del usuario. Una relación que por otro lado y obedeciendo a su propia naturaleza ofrece la posibilidad de regular su frecuencia en nuestras vidas seleccionando la opción: desconexión.

Aquí lo que cuenta es la distancia, la lejanía, la capacidad de apagar la computadora desintegrando al otro cuando el placer se ha acabado. En palabras de Virilio “la separación de los amantes desunidos”.

Más allá del dilema moral sobre el uso de estas nuevas tecnologías, es una realidad que teniendo en mano la posibilidad de sustituir el amor, la sexualidad y las relaciones de pareja, por una interacción cibernética, es interesante pensar que en un futuro cercano, seguramente habrá muchos que elijan esta estadía de aislamiento acompañado como un modo de vida más seguro y libre de problemas sanitarios y sentimentales, en vez de lo que hoy se considera como una relación amorosa normal.


Isadora Escobedo
Publicado en el Regional del Sur el 05/06/07

Damir Niksic

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