18 mayo 2007

Anecdotario del arte público en Morelos


Las esculturas de una ciudad se convierten, con el paso del tiempo, en símbolo de identidad y sirven para distinguir y dar sentido al espacio urbano, mejorando la calidad de vida de los que con estas conviven. En este sentido, Cuernavaca ha gozado de este arte solamente de manera espasmódica y en general se ha distinguido por una política de arte público nula y conservadora que depende de los caprichos del gobernante en turno.

Es innegable que parte del perfil turístico de Cuernavaca lo constituyen sus esculturas, las que (para decirlo de paso), no son ninguna una pieza excepcional pero, han cumplido con la función de conferir y resguardar una cierta identidad urbana. En este sentido, las piezas más relevantes que pueden considerarse símbolos de nuestra ciudad son sobre todo La Paloma de la Paz, de Víctor Manuel Contreras y la escultura ecuestre de Emiliano Zapata de Carlos Kunte y Cristina Ovando. Así mismo, los Caballos de Manuel Santoveña Zuñiga, realizada a base de chatarra, y ubicada en la glorieta del Vergel son ya un referente que viene a recordarnos el pasado revolucionario de nuestro estado.

Es curioso que, pese a que Cuernavaca se ha caracterizado por ser un destino recurrido por artistas, intelectuales y escritores, los gobernantes se han empeñado en dar la espalda a sus creativos. Resultando en una realidad artística en la que los contados esfuerzos por dotar a la ciudad de arte público han terminado como simples anécdotas de café.

Por ejemplo, el bronce de Xerxez Díaz llamado Monumento al Compositor Francisco Gabilondo Soler, CRI-CRI, localizada desde 1982 en el jardín del DIF, fue desmembrado sin miramientos reubicando a sus personajes secundarios en el parque mercado, alteración que muestra una completa falta de respeto al artista y al conjunto escultórico.

Monumento a Jiutepec de Víctor Maldonado apareció sin causar eco en medios de comunicación a pesar de ser una pieza elaborada ex profeso para el municipio, por un escultor que vive y trabaja en Jiutepec y que intenta ser una obra que agrupe los símbolos locales, es decir, que construya identidad.

Más allá del gusto, es de resaltar que, el apoyo a artistas locales es una iniciativa inédita del gobierno de Juitepec, más aún si se toma la precaria situación cultural en la que se encuentra este municipio, que a pesar de ser uno de los más importantes del estado, en cuestión de cultura vive completamente a la sombra de Cuernavaca, no contando ni siquiera con una casa de cultura.

El último suceso que involucra una obra de arte público, es la escultura de Gogi Arellano, que por su conjunto equino parecía una atinada continuidad de esculturas ecuestres en nuestra ciudad. Ubicada a la entrada del boulevard Cuauhnáhuac dotaba el entorno de un carácter metropolitano y artístico que integraba como parte del conjunto urbano, al olvidado Jiutepec.

Fue inaugurada durante el gobierno de Estrada Cajigal y desaparecida a su término. Con la carrera más breve dentro de las esculturas morelenses, esta pieza monumental vive una realidad misteriosa digna una investigación comandada por Jaime Maussan. Conformada como un conjunto de caballos en bronce, esta escultura fue pagada con dinero público y retirada sin ninguna explicación a la ciudadanía, sin que, hasta el momento, ni los medios de comunicación se pregunten por su paradero. Simplemente desapareció y parece que a nadie le importa.

Decir que Morelos no ha contado nunca con un programa cultural que apoye el arte público o a los artistas que dedican sus esfuerzos a este sector no es una exageración; es una pena que mientras los artistas locales se ven obligados a emigrar a otras tierras en busca de apoyos para producción y exposición, sucedan hechos tan risibles como que el señor Estrada Cajigal utilice espacios públicos como el Parque de Acapatzingo para fines personales erigiendo una escultura como monumento mortuorio a su hermana.

Tomando en cuenta que a nivel estatal Morelos cuenta tan solo con un puñado de esculturas, casi todas de corte histórico y conservador, sin sitio para la creación contemporánea y dejando desprotegido a este numeroso grupo de creadores locales, sería esperable que los nuevos gestores de la cultura se preocuparan por crear un verdadero programa que propicie la creación y exposición de arte público dando a los artistas lugares de exposición y haciendo del espacio urbano algo más amable para los ciudadanos, incluyente para sus creadores y atractivo al turismo.


Isadora Escobedo
Publicado en el Regional del Sur el 17/05/07
Publicado en el Foro Mexicano de la Cultura http://www.foromexicanodelacultura.org/directory/347


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